Nacionalidad: Francesa
Editorial: Tusquets Editores
Fecha de publicación: 1993
Saga: No
Páginas: 400
Género: Novela
Charles Bovary, modesto médico de pueblo, se casa con Emma, de familia acomodada, educada como una señorita, pero con la cabeza llena de lecturas y sueños románticos. La estrechez de miras del marido y la placidez de una vida insulsa dejan insatisfecha a Emma, cuya ansiedad no consigue aplacar ni el nacimiento de una hija. Tras el paso fugaz y templado de León por su vida, aparece Rodolphe, un elegante de provincias, que la seduce fácilmente y le induce a creer que ha encontrado la pasión verdadera que tanto deseaba. Pero Emma vivirá siempre desgarrada entre la prosaica realidad en la que vive y un ilusorio mundo de amores y riquezas. Esta obra maestra de la literatura mundial de todos los tiempos, nos llega ahora en la magnífica versión española de Carmen Martín Gaite, una de nuestras escritoras más admiradas, que tan bien ha sabido captar la naturaleza particular del alma inquieta de Emma Bovary.
No recuerdo qué fue lo que me empujó finalmente a leer esta novela. Me parece que simplemente tenía ganas de leer un clásico en un idioma distinto al inglés y encontré este libro entre mi pila de pendientes. Bendito el momento en que decidí ponerlo en primer lugar. Debo de ser de las pocas personas que no conocía la historia de Emma Bovary al completo. En ese sentido el libro me sorprendió doblemente, pues ni siquiera sabía qué esperar de él. Pero si ya sabéis de las desgracias de esta mujer, no os preocupéis: después de terminarlo se lo recomendé a mi madre, cuyo conocimiento de la historia era bastante superior al mío, y lo disfrutó también muchísimo.
¿Acaso ignora usted que hay almas que viven sin cesar atormentadas, almas que necesitan entregarse alternativamente al ensueño y a la acción, a las más puras pasiones y a los goces más desenfrenados, hasta el punto de darse finalmente a toda clase de caprichos y de locuras?
Un hombre, al menos, es libre; puede entregarse a las pasiones, recorrer países, superar obstáculos, gustar las dichas más exóticas. Pero a una mujer todo esto le está continuamente vedado. Inerte y flexible a un mismo tiempo, tiene en contra suya las molicies de la carne, junto con los rigores de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra y alguna conveniencia social que refrena.
¡Cómo añoraba los inefables sentimientos de amor que por aquel entonces trataba de imaginarse por medio de los libros!
Creía ella que el amor tenía que llegar de súbito, entre grandes destellos y fulgores, como huracán de los cielos que se desencadena sobre la vida, la trastorna, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón entero. Ignoraba que, en las azoteas de las casas, la lluvia acaba por formar lagos cuando los canalones se obstruyen, y así hubiera permanecido segura de su virtud, de no haber descubierto súbitamente una grieta en la pared.